Estambul. – Comer en un aeropuerto puede ser un lujo no intencionado, pero en algunos casos, puede convertirse en una experiencia que roza lo surrealista.
Según recientes reportes de viajeros y medios especializados, uno de los aeropuertos más caros del mundo está cobrando 17 euros por un croissant, 9 euros por una botella de agua y hasta 24,50 euros por una porción de lasaña de apenas 90 gramos.
Aunque no existe una regulación internacional que establezca precios estándar para productos alimenticios en aeropuertos, lo cierto es que la ubicación privilegiada y la escasa competencia en estos espacios suele justificar precios más altos de lo habitual.
Sin embargo, este caso particular ha sorprendido incluso a los viajeros más acostumbrados a los sobrecostes de los duty free.
Lo más llamativo es que estos precios no corresponden a productos gourmet o de alta gama, sino a alimentos de calidad estándar, similares a los que se encontrarían en cualquier cafetería convencional fuera del recinto aeroportuario.
«Es como comer en un resort de lujo… pero sin el lujo», comentan algunos pasajeros en redes sociales.
Aunque el aeropuerto en cuestión no ha sido identificado de manera oficial en esta filtración, la noticia ha generado debate sobre la necesidad de mayor transparencia y regulación de precios en zonas de tránsito internacional, donde los usuarios no siempre tienen la opción de buscar alternativas más accesibles.
Para muchos pasajeros, comer algo en el aeropuerto es una necesidad más que un lujo, sobre todo en escalas largas o vuelos retrasados.
Esta situación plantea un dilema común: pagar precios inflados o esperar horas sin ingerir alimentos, lo cual ha avivado nuevamente la discusión sobre prácticas comerciales en aeropuertos y los derechos del consumidor en tránsito.
El aeropuerto más caro del mundo
