EE.UU. — Las consecuencias de la guerra arancelaria iniciada por la administración de Donald Trump ya se dejan sentir con fuerza en los principales centros manufactureros de Asia.
Según el analista de la industria marítima y logística Jon Monroe, la situación es crítica: fábricas han cerrado por completo, los pedidos se cancelan abruptamente y reina una incertidumbre que impide cualquier planificación futura confiable.
Monroe, quien ha monitoreado directamente la situación en el terreno asiático, sostiene que “los temblores económicos son reales, aunque todavía no se sientan a nivel mundial”.
En su evaluación, esta crisis tiene un alcance más estructural y profundo que las interrupciones provocadas por los recientes ataques en el Canal de Suez y el Mar Rojo, ya que está impulsada por decisiones políticas sin soluciones logísticas inmediatas.
Uno de los factores más disruptivos ha sido la introducción de elevados gravámenes portuarios por parte de la Oficina del Representante Comercial de EE. UU. (USTR) a embarcaciones relacionadas con China, lo que según Monroe podría desembocar en una “congelación total del comercio” entre ambos países.
De cara al ciclo contractual 2025, los importadores estadounidenses enfrentan un panorama de alta volatilidad, en el que las decisiones estratégicas se ven trastocadas por aranceles de hasta 145% sobre productos chinos, generando cancelaciones masivas y cambios de proveedores.
“Muchas empresas adelantaron sus compras para evitar los aumentos arancelarios, pero eso solo fue un paliativo temporal”, explica Monroe. “Ahora se enfrentan al dilema de buscar nuevas fuentes de abastecimiento o asumir el costo inflado de continuar operando con proveedores tradicionales”.
A ello se suma el efecto paralizante en las cadenas de suministro, que lleva a la suspensión de pedidos por 30 a 60 días en espera de una estabilización.
“Las compañías están evaluando con lupa qué países pueden ofrecer condiciones estables, rentables y sin la volatilidad política y arancelaria actual”, añade.