Washington, D.C. — Primero fueron las tarifas, luego, el silencio en los muelles, ahora, el eco de una desaceleración se extiende como una sombra densa sobre la economía estadounidense.
Mientras los contenedores se acumulan vacíos en los principales puertos y los vuelos de carga se suspenden en cadena, Estados Unidos enfrenta lo que expertos ya califican como una recesión logística de gran escala.
Las arterias comerciales más vitales del país —puertos, aeropuertos y corredores terrestres— muestran signos de colapso progresivo.
En enclaves estratégicos como Los Ángeles, Long Beach y Newark, la actividad ha disminuido drásticamente, con terminales semiparalizadas, una caída sustancial en los flujos de importación y exportación, y cadenas de suministro tensadas hasta el límite.
A pesar de múltiples mesas de diálogo entre actores del sector, no hay acuerdo a la vista que permita revertir el panorama.
El aumento de costos operativos, la escasez de mano de obra especializada, los cuellos de botella tecnológicos y una demanda internacional a la baja confluyen en un entorno cada vez más hostil para el comercio exterior.
Las implicaciones económicas podrían extenderse rápidamente a otros sectores, desde la industria manufacturera hasta el consumo minorista, afectando inventarios, precios y abastecimiento en todo el país.
Estados Unidos entra en una recesión logística sin precedentes
