Madrid.- Los puertos españoles, considerados una arteria estratégica para el comercio y la economía del país, están viviendo un inicio de año complicado.
Entre enero y abril de 2025, el tráfico portuario ha registrado una caída del 1,9%, con un movimiento total de 181,9 millones de toneladas, según datos provisionales difundidos el pasado 22 de mayo por Puertos del Estado y recogidos por Redacción Naucher.
Este descenso no responde a una única causa.
La inestabilidad climática, con temporales y fenómenos meteorológicos extremos que obligaron a cerrar temporalmente algunas infraestructuras portuarias, y una creciente incertidumbre en el comercio global —marcada por tensiones geopolíticas y dudas en torno a los aranceles impuestos por Estados Unidos— están dibujando un nuevo mapa para la logística marítima mundial.
La mercancía general descendió un 0,7%, con 91,3 millones de toneladas. En este segmento destaca el aumento del 3,3% en mercancía convencional (29,2 millones de toneladas), en contraste con la caída del 2,4% en la contenerizada (62,1 millones).
A pesar de esta baja, el número de contenedores TEUs se mantuvo estable con 5,8 millones, aunque con una clara tendencia a la baja en tránsito (-5,3%) y un crecimiento significativo del tráfico import-export (+8,1%).
Este patrón indica un reajuste logístico: menos mercancía que simplemente cruza por los puertos españoles y más vinculados al consumo o producción interna.
En los graneles sólidos, la caída fue del 1,3% (hasta 26,9 millones de toneladas), mientras que los graneles líquidos, que suelen tener un peso importante por el transporte de combustibles, sufrieron un retroceso más acusado del 3,7%, acumulando 58,7 millones de toneladas.
Este comportamiento confirma una ralentización más generalizada en sectores clave como la energía y los insumos industriales, posiblemente ligados al descenso en la demanda global y al aumento de precios por las tensiones internacionales.
El año 2025 está siendo particularmente inestable en lo climático. Las tormentas invernales más intensas, el oleaje irregular y fuertes vientos han obligado al cierre temporal de varios puertos, afectando el calendario de llegadas y salidas de buques.
“Los puertos están diseñados para operar casi en cualquier condición, pero el cambio climático está trayendo fenómenos cada vez más extremos y frecuentes, lo que obliga a paralizar operaciones por seguridad”, explica Marta Segura, experta en logística marítima de la Universidad Politécnica de Valencia.
Además, este tipo de cierres tiene un efecto en cadena: demoras, congestión en terminales, aumento de costes operativos y pérdida de competitividad frente a otros hubs del Mediterráneo.
Otro dato interesante es que el número total de buques mercantes que pasaron por los puertos españoles en el primer cuatrimestre se redujo en un 0,6% (hasta 49.087 unidades), aunque el arqueo bruto, es decir, la capacidad total de carga, creció un 1,5%.
Esto indica una tendencia a la concentración: menos buques, pero más grandes, eficientes y con mayores volúmenes por viaje.
Este fenómeno responde a la estrategia de las navieras de reducir frecuencias y costes, utilizando megabuques para compensar la caída en la demanda global.
Contrario a la caída en el tráfico de mercancías, el tráfico de pasajeros experimentó un importante aumento del 12,4%, con 10,6 millones de movimientos hasta abril.
Este dato confirma la recuperación sostenida del turismo marítimo, tras los estragos provocados por la pandemia de COVID-19 y refleja la buena temporada de cruceros, especialmente en destinos como Baleares, Canarias o el litoral andaluz.
Los datos del primer cuatrimestre de 2025 son una advertencia para el sistema portuario español.
La volatilidad climática y comercial no parece ser coyunturales, sino parte de una nueva normalidad que exige resiliencia, adaptación tecnológica e inversiones en sostenibilidad y eficiencia operativa.
España, con más de 8.000 kilómetros de costa y más de 40 puertos de interés general, se juega mucho en este tablero: no solo competitividad económica, sino también seguridad energética, movilidad de personas y protección ambiental.
Mientras el comercio mundial reconfigura sus rutas y prioridades, los puertos deberán prepararse no solo para mover toneladas, sino para gestionar la incertidumbre.