Santo Domingo, R.D. – Mucho antes de que los grandes galeones surcaran los océanos o las modernas embarcaciones dominaran las rutas comerciales, la humanidad ya había empezado a explorar el agua como vía de transporte.

La prueba más antigua de este ingenio náutico es la canoa de Pesse, considerada hoy la embarcación más antigua conocida en el mundo.

Descubierta en los Países Bajos, esta pequeña embarcación de madera, tallada a partir de un tronco de pino, ha sido datada mediante radiocarbono entre los años 8040 y 7510 a.C., en pleno Mesolítico temprano.

La canoa fue encontrada en la década de 1950 durante trabajos de construcción y actualmente se exhibe en el Museo Drents de Assen, donde se conserva como una joya arqueológica que conecta a la humanidad con sus orígenes marítimos.

Un artefacto que navegó la historia

La canoa de Pesse mide poco más de tres metros de largo y fue elaborada con herramientas de piedra, como hachas y raspadores.

Su diseño sencillo y funcional sugiere que fue utilizada para navegar por ríos o lagos interiores, permitiendo a los primeros habitantes europeos pescar, transportarse o recolectar alimentos con mayor eficiencia.

Aunque su estructura pueda parecer rudimentaria desde la perspectiva actual, representa un logro significativo en la evolución de la tecnología humana: el paso de depender exclusivamente del terreno a dominar los cuerpos de agua.

Otras embarcaciones tempranas

Además de la canoa de Pesse, otras culturas antiguas desarrollaron embarcaciones adaptadas a sus entornos.

En América del Sur, por ejemplo, las balsas de totora utilizadas por pueblos precolombinos como los Uros del lago Titicaca han sido fundamentales para la navegación en altiplanos.

De igual forma, civilizaciones como los egipcios, los fenicios o los cretenses perfeccionaron técnicas de construcción naval que permitieron la expansión del comercio y el intercambio cultural por todo el Mediterráneo.

Más que un simple bote, la canoa de Pesse es un símbolo de la capacidad humana para adaptarse, explorar y transformar su entorno.

Su existencia nos recuerda que desde tiempos remotos, las aguas han sido parte del camino del hombre hacia el progreso.

Con más de 9,500 años de antigüedad, esta embarcación sigue “navegando” a través de los siglos como un emblema del ingenio primitivo y la conexión ancestral con los ríos y lagos que nos vieron avanzar.